Steffany Quintana, mujer real del 2021

Incapaz de caminar, hablar o tragar después de un ataque cerebral, Steffany Quintana se sumergió en una rehabilitación, obtuvo su título y comenzó a bailar nuevamente.

En retrospectiva, Steffany Quintana se da cuenta de que el estrés puede haber contribuido al ataque cerebral que tuvo el año pasado. Con solo 24 años en ese momento, la nativa de Houston trabajaba normalmente 60 horas por semana mientras asistía a la universidad a tiempo completo, se preparaba para el LSAT (examen de admisión de la Facultad de Derecho) y ayudaba a su madre soltera a cuidar de sus tres hermanos menores. “Siempre estaba en movimiento”, dijo.

Quizás irónicamente, Steffany estaba disfrutando de un poco de descanso y relajación en el apartamento de su novio Danny Ramos cuando su cabeza comenzó a palpitar y un lado de su cara se entumeció. Ella se preguntó si estaba teniendo un ataque de pánico. Sus náuseas iban en aumento por lo que fue al baño y vomitó sangre. “Podía sentir un sabor a hierro en la boca”, dijo.

Danny, un oficial de policía, la llevó a la cama y llamó al 911. Preocupada por la reacción de su madre, Steffany llamó a su hermana, Liz, y le pidió que le diera la noticia, su habla era apenas audible. En cuestión de minutos, perdió la capacidad de hablar completamente. En el momento en que llegó la ambulancia, su mano se había cerrado como una garra y se había contraído contra su pecho. “Sabía que algo malo estaba sucediendo, pero pensé que iba a desaparecer”, cuenta ella.

En el hospital, los médicos le hicieron una RM y descubrieron una hemorragia en el cerebro de Steffany.

Afortunadamente, se detuvo la hemorragia y Steffany pasó una semana en la UCI mientras los médicos monitoreaban su estado. “No comencé a hablar hasta el tercer día, pero balbuceaba y no hablaba muy fuerte”, recordó.

También perdió el control de su vejiga y la capacidad de tragar. Una sonda nasal de alimentación evitó que se atragantara o le entrara comida en los pulmones. Incapaz de comer, ansiaba un helado. Una vez, después de que su madre, Alma, terminara de comer Cheetos, Steffany lamió sus dedos manchados con el polvo anaranjado que quedaba.

“No me importaba tener que estar en una silla de ruedas un poco más de tiempo siempre y cuando pudiera comer”, dijo.

Después de ser dada de alta, Steffany ingresó en rehabilitación para pacientes hospitalizados, donde se le dio una dieta líquida hasta que recuperó la capacidad de tragar. Su hermana, Liz, se mudó a su habitación, bañándola, cambiándola y haciéndole compañía. Incapaz de controlar sus emociones, Steffany lloró durante horas. Pero progresó de manera constante, recuperando lentamente la capacidad de tragar, hablar y caminar con un bastón.

A pesar de su progreso, se preguntó si alguna vez sería la misma. Si bien podía caminar de nuevo, le preocupaba perder el ritmo y no poder volver a bailar. “Nuestra familia tiene muchas fiestas con buena comida, música y baile”, explicó, y señaló que también disfruta del baile de salón con sus amigos.

Durante los primeros días fuera de la rehabilitación, todo se sentía nuevo y fresco, “como un bebé recién nacido”, explicó Steffany. Algo tan simple como un viaje en automóvil la abrumaba por completo. A pesar de esas dificultades, se inscribió de nuevo a la escuela y volvió a llevar la asignatura que había perdido mientras terminaba su último semestre. “Quería poner mi vida en orden”, dijo.

También se involucró y habló de su experiencia en un par de simposios para enfermeras. Quiere educar a los proveedores de atención médica sobre el impacto que puede tener el ataque cerebral en la salud mental. “Afecta completamente tus emociones”, dijo. “Si hubiera estado más informada, creo que todo habría sido más sencillo”.

Aunque Steffany todavía se está recuperando y a veces cojea cuando está cansada, no ha perdido el ritmo, algo que aprendió recientemente en una fiesta de cumpleaños familiar. “Todos estaban parados y bailando, así que lo intenté y comencé a bailar”, dijo. “Estoy de vuelta”.