Mujer real del 2023: Ann Ramirez

The following is Ann's story and not an endorsement or diagnosis. Stories have been edited down for time.

Un trasplante era la única manera de salvar la vida de Ann Ramirez después de que su corazón comenzara a fallar a sus 48 años. La residente de Torrance, California, ahora alienta a otros a que “cumplan la tarea” y se vuelvan donante de órganos.

Ann Ramirez, una instructora de gimnasia en forma y activa, con frecuencia realizaba volteretas, pinos y volteretas laterales junto con sus estudiantes. Por lo que estaba desprevenida cuando comenzó a tener problemas para recuperar el aliento en el 2018, cuando tenía 48 años. 

Pensó que quizás era asma, o bien crisis de angustia por tener que cuidar de su padre, quien padecía cáncer. 

Sin embargo, sus síntomas seguían empeorando. Debido a que perdía el aliento con facilidad, comenzó a estacionarse más cerca de las entradas de las tiendas. Estaba siendo incapaz de retener sus comidas, por lo que comenzó a bajar de peso.

“Todas esas cosas dificultaron mi vida diaria como la conocía”, explicó, “pero me obligué a aceptarlo”.

Finalmente, decidió acudir a su médico, quien le indicó que sus niveles de presión arterial eran muy altos. Se realizó un electrocardiograma (EKG), el cual reveló que tenía problemas con los impulsos eléctricos del corazón. 

Además, un ecocardiograma reveló la causa de sus síntomas: padecía una miocardiopatía e insuficiencia cardíaca congestiva, esto quiere decir que su corazón funcionaba solo en una fracción de lo que debía.

“Fue bastante aterrador, pero fue casi un alivio”, dijo. “Tenía una respuesta sobre lo que estaba pasando”.

El médico de Ramirez le recetó medicamentos para ayudarla a que su corazón funcionara mejor, pero, a pesar de eso, sus síntomas persistieron. Su tía, una enfermera cardíaca, monitoreó su afección y le recomendó en varias oportunidades que llamara al 911 (o a su número de emergencia local). La hospitalizaron alrededor de seis veces. 

En el 2020, su salud empeoró y su función cardíaca se estaba deteriorando más. Su cardiólogo le indicó que el próximo paso era un trasplante cardíaco.

Para entonces, estaba cerca de estar encamada y dependía de un andador y una silla de ruedas para moverse. 

“Estaba muriendo”, indicó Ramirez.

Debido a que no había certeza sobre cuánto tiempo podría sobrevivir, le suplicó a sus médicos que aceleraran el proceso de evaluación.

Finalmente, la ingresaron en el hospital y comenzaron a avanzar en el proceso. 

Ramirez se encontraba ahí cuando los médicos le diagnosticaron un tumor encefálico del tamaño de una pelota de pimpón. Es por esto que era necesario que se sometiera a una cirugía para extirparlo. Ella explotó de la risa cuando se lo dijeron.

“Estoy aquí por un trasplante cardíaco”, les dijo. “No puedo tener un tumor encefálico”.

Ramirez se sometió a una cirugía para extirpar el tumor en octubre. Una vez que se recuperó lo suficiente, el equipo de trasplante la ingresó a la lista de espera para recibir un nuevo corazón. Un par de días después, le dijeron que probablemente habían encontrado uno. A este punto, el de ella apenas funcionaba. 

Cuando despertó después del trasplante, intubada, su nuevo corazón estaba funcionando como debía. Sus hijas en un instante notaron que tenía color en su rostro y Ramirez sentía que podía volver a respirar.

“Fue magnífico”, afirmó. “Comencemos con la recuperación”.

No era fácil recobrar su fuerza mientras asistía a un sinfín de citas médicas y tomaba una larga lista de medicamentos. Por lo tanto, sus tres hijas dieron un paso al frente. 

Una de sus hijas renunció a su trabajo para cuidar de ella. Las otras, que ya vivían ahí, también colaboraron para ayudar en diferentes tareas, desde bañar a su madre hasta pagar las cuentas. Incluso sus amigos de la escuela aportaron.

“Gracias a ese apoyo emocional y médico, fue posible que sintiera que sí podía hacerlo”, explicó Ramirez. “Nadie podría hacerlo por su cuenta”.

Si bien fue un camino difícil, Ramirez explica que su experiencia hizo que su vida fuera mejor y más alegre: lo más feliz que ha sido. Ramirez ahora vive el momento y no da nada por seguro.

Está determinada en hacer lo correcto por su donante de corazón, es por eso que ejercita, controla su dieta y comparte su historia, con el fin de alentar a otros que padecen problemas de salud a que tomen la iniciativa de cuidarse. Su experiencia inspiró a muchos de sus amigos y familiares a inscribirse para volverse donantes de órganos, una decisión que ella espera que otros también tomen.

También es importante mencionar que Ramirez desea que otros que luchan con problemas de salud sepan que es posible crear una vida feliz y gratificante. 

“Justo cuando la oruga pensó que su vida se había terminado, comenzó a volar”, manifestó. “Y yo estoy volando. Siento que este es mi momento”.

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