Exalumna 2018-2019 de Mujer Real Molly Schroeder

Seis semanas después de perder a su madre debido a una cardiopatía, la jugadora de fútbol de 21 años sufrió un ataque al corazón causado por una afección congénita previamente no diagnosticada.

En el 2012, la madre de Molly Schroeder falleció por una embolia pulmonar, desencadenada por complicaciones después de una intervención quirúrgica en la rodilla. Llevaba más de una década enfrentándose a la miocardiopatía y presentaba hipertensión arterial, lo que incrementaba los riesgos.

Sin embargo, Schroeder, jugadora universitaria de fútbol de 21 años, jamás imaginó que corría riesgo de sufrir un coágulo, y mucho menos un ataque al corazón.

Seis semanas después, tras regresar al St. Norbert College (Instituto Universitario St. Norbert), cerca de Green Bay, Wisconsin, Schroeder se estaba relajando en su apartamento después de una carrera cuando comenzó a sentirse rara.

“Tenía una sensación de compresión en el pecho y sentía como si me estuvieran clavando un puñal en el corazón”, comentó.

Se sentía adormecida mientras intentaba procesar lo que estaba sucediendo. Sudaba abundantemente y sentía frío al mismo tiempo.

“Pensé que estaba sufriendo un ataque de pánico, ya que se produjo inmediatamente después de perder a mi madre”, comentó.

Schroeder llamó a su padre, que insistió en que fuera al hospital. Llegó tambaleándose a un estacionamiento apartado con sus compañeros de habitación, que la trasladaron al centro de primeros auxilios. En ese momento, los síntomas de Schroeder habían comenzado a agravarse. Realizó el viaje a la clínica con las ventanas abiertas, con miedo a marearse en el auto y le resultó difícil sentarse debido al dolor.

Después de un ECG que indicaba que podría estar sufriendo un ataque al corazón, se remitió a Schroeder al servicio de urgencias hospitalario, donde un análisis adicional reveló que un coágulo había creado un bloqueo del 90% en una de sus arterias coronarias principales.

Schroeder recibió medicación para tratar el coágulo y se sometió a rehabilitación cardíaca. Las pruebas revelaron que sufría un trastorno genético de coagulación; como consecuencia, tuvo que renunciar a la pasión de su vida: el fútbol.

Se informó a Schroeder que el trastorno de coagulación, junto con un orificio previamente diagnosticado en su corazón, denominado comunicación interauricular (CIA), probablemente provocaron el ataque al corazón que dio lugar al coágulo.

A Schroeder se le había diagnosticado CIA cuando tenía 12 años, como parte de las pruebas a las que ella y su hermano se sometieron después del diagnóstico de miocardiopatía de su madre. En ese momento, los médicos sugirieron someterla a supervisión para comprobar si el orificio se cerraba de forma natural. El orificio no se detectó en una exploración realizada cuando Schroeder tenía 14 años, por lo que se supuso que el problema se había resuelto.

Schroeder continúa acudiendo a consulta para supervisar el cierre de la CIA y lleva cápsulas de nitroglicerina por si sufre una angina de pecho, lo que indicaría que su corazón no recibe suficiente sangre. También toma medicamentos anticoagulantes y controla el colesterol para reducir el riesgo de coágulos o ataques al corazón en el futuro.

Schroeder tuvo que renunciar al fútbol y a cualquier otro deporte de contacto, así que decidió correr, caminar o hacer senderismo para hacer ejercicio, con lo que mantiene su frecuencia cardíaca por debajo de 170 para evitar esfuerzos innecesarios.

“Solía ir a correr si estaba aburrida, pero ahora hago un seguimiento de la actividad y me aseguro de hacer ejercicio con regularidad”, comentó.

También presta más atención a su dieta, especialmente a los niveles de sodio, en un esfuerzo por proteger su salud cardíaca. Alrededor del 45% de las muertes en EE. UU. causadas por cardiopatías, accidentes cerebrovasculares y diabetes tipo 2 se deben a hábitos alimentarios poco saludables como una alta ingesta de sodio, un alto consumo de bebidas azucaradas y una baja ingesta baja de frutas y verduras. Un exceso de sodio puede incrementar la presión arterial, y la hipertensión arterial aumenta el riesgo de ataques al corazón y derrames cerebrales.

Las enfermedades cardiacas son la principal causa de muerte en mujeres. Ocasionan la muerte de más mujeres que todas las formas de cáncer juntas. El derrame cerebral es la segunda causa de muerte en el mundo.

“Quiero mantener el corazón lo más sano posible. Leo las etiquetas y controlo mis niveles de sodio con mucho cuidado”, comentó. “No sé si tendré otro ataque al corazón o un coágulo, pero mi vida continúa y tengo muchos planes”.

Schroeder, que en la actualidad tiene 28 años, vive en Sturgeon Bay, Wisconsin, y trabaja en marketing, espera que su historia aumente la concienciación sobre los diferentes síntomas específicos de las mujeres durante un ataque al corazón, además de aumentar la sensibilización sobre la salud cardíaca a todas las edades.

“Yo tenía 21 años, en perfecta forma física, y sufrí un ataque al corazón”, comentó. “Le puede ocurrir a cualquiera, por lo que es fundamental conocer tus antecedentes familiares. Es muy importante que te involucres en tu salud desde joven y comprendas cómo puede afectarte la dieta, el ejercicio y el sodio”.